Este libro no es más que un libro. Así dicho parece sencillo
hasta quizás fácil. Sin embargo, este libro puede hoy ser
un libro porque antes no lo fue. Y eso es requisito fundamental.
Porque hace tres años eran dos profes que llegaban a la
escuela en la hora de los recreos con afiches de colores y muchos
libros en la mochila; y con ganas de contagiar el placer
de la lectura y la escritura. Porque hace tres años era la curiosidad
de lo nuevo, el entusiasmo por los juegos, los acertijos,
las sopas de letras. ¿Y el libro? No existía.
Porque hace dos años ya no eran sólo las dos profes “locas
del afiche” sino que era ya el Centro de Escritura. Era un
encuentro acordado y esperado, eran juegos que se volvían
historias, que se volvían cuentos, que iban y venían, que se
transformaban en un recreo y que cambiaban de una semana
a la otra. Eran afiches que estaban llenos de palabras en todos
los pasillos. Eran ferias del libro en el patio de la escuela.
¿Y el libro? No existía.
Porque hace un año era un grupo de chicos y chicas
que salía de clase para ir a planta baja al taller del Centro de Escritura. Era una escuela que ya sabía que en los recreos
se desplegaba una biblioteca y que esperaba esos momentos
para poder llevarse libros prestados. Eran intercambios
con chicos y chicas de otras escuelas, de otros barrios para
compartir, charlar y editar el libro del Club de jóvenes Poner
el pecho V. Era la Feria del libro en La Rural. Eran cuentos,
poemas que se leían en voz alta, que escuchaban opiniones
de compañeros, que pensaban ya en un lector.
¿Y el libro?
Todavía no existía pero…
Hace un tiempo, un taller de encuadernación en el Centro
de escritura acercó la posibilidad del libro porque la hizo visible,
porque la volvió tangible. Porque con telas, agujas, hojas,
plasticola y tijera, algo de tiempo y muchas ganas se fabricaron
cuadernos con hojas en blanco.
¿Pero y todo lo que ya
estaba escrito desde mucho antes?
Está acá. En este libro que no es más que un libro. Que
es como todo libro, un camino. Sólo uno de los tantos que
hay. Y como todo camino, ofrece la posibilidad de andarlo, de
desandarlo y de elegir por dónde seguir después.
En este recorrido se fue construyendo con los chicos y
chicas que escribieron y editaron el libro, y que participan del
Centro de Escritura, con los profes de la escuela, los preceptores,
los directores, las profes del taller de encuadernación, el
área de lectura, escritura y narración oral del club de Jóvenes,
el Centro Cultural de la Homero Manzi, las familias, el barrio.
Ahora sí, entonces: a disfrutar el viaje.
Analía Fernández Fuks
(profe del Centro de Escritura)
julio de 2012
Hice un grafitti con la cara de Ana
cuando de repente me sorprendió
un reflejo que brillaba
En el lado sur de mi pueblo
un monstruo se acercaba
No dudé en gritarle
y decirle: “ No hagas nada”
Me respondió: “Sólo vine a traerte
este libro con las páginas mezcladas”
Mara Fleitas
(2012)
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